Hoy, el país rememora con pesar y reflexión el trigésimo aniversario del fatídico asesinato del candidato presidencial Luis Donaldo Colosio Murrieta. Fue un día que quedó grabado en la memoria colectiva de México, marcando un antes y un después en la historia política del país.
Aquella tarde del 23 de marzo de 1994, mientras muchas familias se preparaban para disfrutar de unas vacaciones en Manzanillo, Colima, la noticia que irrumpió en los hogares mexicanos trajo consigo un shock profundo. Jesús Rodríguez, un ciudadano común como tantos otros, se detuvo mientras empacaba su camioneta al escuchar los reportes sobre el atentado contra Colosio. En Ecatepec, Estado de México, el llanto de María Magdalena Martín del Campo y de otras madres resonaba, reflejando el impacto que la noticia tenía en todo el país.
El atentado contra Colosio ocurrió en Lomas Taurinas, una zona de Tijuana, durante una de sus giras de campaña. La noticia inicialmente indicaba que había sido golpeado con un palo, pero pronto se reveló la tragedia completa: el candidato había recibido un disparo en la cabeza. Jacobo Zabludosky, el rostro principal de Televisa en aquellos años, interrumpió la programación habitual para transmitir los eventos en tiempo real, mostrando al país la desesperación y la incertidumbre que se vivían en ese momento.
El país se sumió en una conmoción sin precedentes. Las imágenes de Colosio desplomándose entre la multitud se reprodujeron una y otra vez en las pantallas de televisión, mientras que desde el hospital al que fue trasladado, la nación esperaba angustiada por noticias sobre su estado de salud.
Sin embargo, para comprender completamente el contexto de aquel día fatídico, es necesario retroceder en el tiempo y examinar los días previos al asesinato de Colosio. La tensión política estaba en su punto álgido, con disputas internas en el Partido Revolucionario Institucional (PRI) entre Colosio y Manuel Camacho Solís por la candidatura presidencial. Aunque el encuentro entre ambos el 21 de marzo pareció traer cierta calma momentánea, el discurso desafiante de Colosio el 6 de marzo, en el que criticaba abiertamente al gobierno de Carlos Salinas de Gortari, alimentó las teorías sobre posibles motivaciones detrás del crimen.
En su discurso en el Monumento a la Revolución, Colosio pronunció palabras que resuenan hasta el día de hoy: “Veo un México con hambre y con sed de justicia. Un México de gente agraviada, de mujeres y hombres afligidos por abuso de autoridad. Ciudadanos angustiados por la falta de seguridad y servicios básicos. Un México que exige soluciones”.
A treinta años de su asesinato, el legado de Colosio perdura. Aunque nunca llegó a la presidencia, su memoria sigue viva en la lucha por la justicia y el cambio en México. El Mausoleo de Luis Donaldo Colosio y su esposa, Diana Laura Riojas, en Magdalena de Kino, Sonora, se ha convertido en un lugar de peregrinación para quienes desean rendir homenaje a su memoria.
El trágico suceso catapultó a Ernesto Zedillo Ponce de León a la presidencia en lugar de Colosio, marcando así el inicio de una nueva era en la política mexicana. A pesar del paso del tiempo, la figura de Colosio sigue siendo recordada con respeto y admiración, y su legado sigue inspirando a generaciones futuras a trabajar por un México más justo y equitativo.