El aborto, la economía, la inmigración y las guerras dominaron el primer cara a cara entre los candidatos, a menos de un mes de las elecciones presidenciales del 5 de noviembre.
En un evento cargado de expectativas, los candidatos a la presidencia de los Estados Unidos, Donald Trump y Kamala Harris, protagonizaron un tenso primer debate en Filadelfia. En el National Constitution Center, ambos aspirantes a la Casa Blanca expusieron sus posturas en temas clave como el aborto, la economía, la inmigración y las guerras, en un enfrentamiento que se anticipa decisivo de cara a las elecciones del 5 de noviembre.
El debate, que tuvo lugar sin público presente, se desarrolló bajo estrictas reglas para evitar interrupciones. Los micrófonos de ambos candidatos permanecieron apagados durante las intervenciones del rival, una medida que buscó garantizar un mayor orden en el intercambio de ideas. Esta fue una decisión que contrastó con los formatos de debates anteriores, donde las interrupciones fueron un tema recurrente y problemático.
Kamala Harris, candidata por el partido demócrata, eligió su lugar en el escenario, ubicándose a la derecha de la pantalla. Donald Trump, por su parte, tuvo la última palabra, un factor que podría haber influido en la percepción final del debate. Ambos candidatos disponían únicamente de una lapicera, un bloc de notas y una botella de agua en sus atriles, y no se les permitió interactuar con sus asesores durante los cortes comerciales, una condición que resaltó el carácter directo del intercambio.
Debate marcado por temas sensibles
Uno de los temas que marcó un fuerte contraste entre ambos fue el aborto. Harris, firme defensora del derecho de las mujeres a elegir, criticó las recientes restricciones que se han impuesto en varios estados, señalando que su administración trabajaría para proteger este derecho a nivel federal. Trump, en cambio, reafirmó su postura contraria al aborto y defendió el nombramiento de jueces conservadores en la Corte Suprema que podrían revisar el histórico fallo Roe vs. Wade.
En cuanto a la economía, ambos candidatos se distanciaron radicalmente. Harris propuso aumentar los impuestos a las grandes corporaciones y al 1% más rico de la población, prometiendo utilizar esos fondos para fortalecer la educación y la infraestructura del país. Trump, en contraste, defendió las reducciones impositivas que implementó durante su mandato, asegurando que estas políticas han sido clave para el crecimiento económico y la reducción del desempleo antes de la pandemia.
El tema de la inmigración fue otro de los puntos álgidos. Harris criticó las políticas migratorias de Trump, particularmente la separación de familias en la frontera y la construcción del muro. “Necesitamos una política migratoria que refleje nuestros valores como nación”, afirmó la candidata demócrata. Trump, por su parte, defendió su enfoque, argumentando que la seguridad fronteriza es fundamental para proteger a los ciudadanos estadounidenses y controlar el flujo de drogas y violencia que, según él, proviene del sur.
Finalmente, la discusión sobre las guerras y la política exterior mostró nuevamente diferencias importantes. Harris prometió trabajar con los aliados internacionales para resolver los conflictos globales mediante la diplomacia, mientras que Trump defendió su enfoque de “América primero”, enfatizando la importancia de retirar tropas estadounidenses de regiones en conflicto y reducir el gasto en guerras en el extranjero.
Un debate clave para los indecisos
Este enfrentamiento verbal entre Harris y Trump, que duró unos 90 minutos, podría resultar crucial para atraer a los votantes indecisos. Las encuestas actuales muestran una contienda muy ajustada, y cada palabra de los candidatos puede marcar la diferencia en los estados clave que decidirán la elección.
A medida que se acerca el 5 de noviembre, tanto Harris como Trump buscan consolidar sus bases de apoyo mientras intentan captar a aquellos electores que aún no han definido su voto. Este primer debate dejó en claro que la batalla por la Casa Blanca será intensa y que ambos candidatos están dispuestos a confrontar sus ideas en temas fundamentales para el futuro de Estados Unidos.