Hoy es un día donde las flores, los regalos y los abrazos llenan el ambiente, pero detrás de esos gestos hay una historia rica y conmovedora que se remonta a la antigüedad.
En la Grecia antigua, se rendía homenaje a Rea, la madre de los dioses más poderosos del panteón griego: Zeus, Poseidón y Hades. Esta tradición trascendió el tiempo y llegó a la Roma antigua, donde se honraba a Cibeles, la madre de los romanos, en una festividad similar.
Sin embargo, fue en el siglo XIX en Estados Unidos donde comenzó a forjarse la celebración moderna del Día de la Madre, gracias al empeño de una valiente activista, Ann Jarvis. Su deseo de establecer un día especial para honrar a las madres se convirtió en una campaña que buscaba promover la paz y la reconciliación después de la devastadora Guerra Civil estadounidense.
Tras la muerte de Ann Jarvis en 1905, su hija, quien llevaba su mismo nombre, tomó la antorcha y continuó su legado. Finalmente, en 1908, en Virginia Occidental se celebró el primer Día de la Madre oficial. La idea ganó tracción rápidamente, y en 1914, el presidente Woodrow Wilson proclamó el segundo domingo de mayo como el Día de la Madre en todo Estados Unidos, convirtiéndolo en una festividad nacional.
Desde entonces, esta hermosa tradición se ha esparcido por todo el mundo, adaptándose a diferentes culturas y adoptando fechas variables según los países. En España, por ejemplo, no fue hasta 1965 cuando se trasladó el Día de la Madre al primer domingo de mayo, con el fin de separar las celebraciones de la Inmaculada Concepción.
Hoy en día, el Día de la Madre va más allá de las fronteras y las diferencias culturales. Es una ocasión universal para expresar gratitud y aprecio hacia aquellas mujeres que nos dieron vida y nos han cuidado con amor incondicional. Aunque las formas de celebrarlo pueden variar, el mensaje de amor y gratitud hacia las madres permanece constante, recordándonos el papel fundamental que desempeñan en nuestras vidas.