Minutos antes del anuncio oficial en la red social X, Bill Clinton y Barack Obama ya sabían que Joseph Biden renunciaba a la candidatura presidencial y apoyaba a Kamala Harris como su sucesora para enfrentar a Donald Trump en las elecciones del 5 de noviembre.
Los expresidentes Clinton y Obama, expertos en los procedimientos políticos de Washington, se ajustaron al guión establecido cuando comenzó la cuenta regresiva para finalizar la candidatura de Biden. Clinton respaldó a Biden hasta el último momento, mientras que Obama se mantuvo al margen, manejando sus movimientos detrás de escena. Sus comunicados de prensa, emitidos tras la renuncia de Biden, reflejan sus distintas estrategias en un momento histórico para Estados Unidos.
“Ahora es el momento de apoyar a Kamala Harris y luchar con todo lo que tenemos para elegirla”, publicaron Bill y Hillary Clinton en la red social X. En contraste, Obama expresó: “Tengo una extraordinaria confianza en que los líderes de nuestro partido podrán crear un proceso del que surja un candidato destacado”, sin mencionar directamente a Harris.
Esta diferencia de posiciones entre Biden-Clinton y Obama revela una profunda división dentro del Partido Demócrata. Harris no tiene garantizada la candidatura en la Convención, ya que hasta ahora solo ha asegurado los delegados de su distrito -California- y el Caucus Afroamericano del Congreso. El apoyo de Biden no implica necesariamente que cuente con sus delegados, y queda pendiente una larga discusión sobre la distribución de los fondos de campaña.
El Partido Demócrata también enfrenta la presión de una facción de izquierda que siempre presenta su propio candidato. Este sector, que respaldó a Bernie Sanders en 2016 y 2020, podría hacerlo nuevamente en 2024 ante la crisis interna provocada por la renuncia de Biden.
Aparte de la influencia de la familia Clinton y la izquierda partidaria, se encuentra el bloque centrista liderado por Obama, con gran influencia en estados clave como Kentucky, Pennsylvania, North Carolina y Michigan. Este bloque, en principio, no apoya a Harris, y la omisión de su nombre en el comunicado de Obama es una señal clara de su búsqueda de otro candidato.
Harris enfrenta desafíos significativos: no conecta con la clase trabajadora independiente de los estados industriales, tiene dificultades con el electorado hispano preocupado por la economía, y aunque pertenece a la comunidad afroamericana, le resultará difícil convencer a estos votantes que se sienten más atraídos por las promesas republicanas.
“Es un honor para mí contar con el respaldo del Presidente y mi intención es ganar esta nominación. Durante el año pasado, viajé por todo el país, hablando con los estadounidenses sobre la elección clara en esta elección trascendental. Y eso es lo que seguiré haciendo en los próximos días y semanas. Haré todo lo que esté a mi alcance para unir al Partido Demócrata —y unir a nuestra nación— para derrotar a Donald Trump y su agenda extrema del Proyecto 2025”, declaró Harris en las redes sociales.
Reconociendo que el apoyo de Biden y Clinton no es suficiente, Harris se prepara para una posible competencia en la Convención de Chicago con dos candidatos de peso: el gobernador de Illinois, J.B. Pritzker, y la gobernadora de Michigan, Gretchen Whitmer. La Convención del 19 de agosto será el escenario de una intensa disputa partidaria, mientras Trump continúa su campaña esperando conocer a su oponente demócrata.