Las manifestaciones contra la reelección de Maduro se tornan violentas, dejando un saldo trágico y decenas de heridos en varias ciudades del país.
En un escenario de creciente tensión y descontento, Venezuela vivió una jornada de intensas protestas el lunes pasado, que resultaron en la muerte de dos personas, la detención de 46 manifestantes y varios heridos en diferentes regiones del país. Las manifestaciones fueron una respuesta al rechazo masivo al proceso electoral que llevó a Nicolás Maduro a proclamarse presidente por tercera vez, en un contexto de denuncias de fraude y represión.
La primera víctima mortal fue identificada como Rancés Yzarra, un joven de 30 años que, según informaciones del Hospital Clínico de Maracay (HCM), perdió la vida tras ser alcanzado por una bala en la Redoma de San Jacinto, en la ciudad de Maracay, estado Aragua. Testigos reportaron que Yzarra llegó al centro asistencial sin signos vitales, lo que ha generado una ola de indignación entre los manifestantes y la comunidad en general.
En el estado Yaracuy, al occidente del país, Alfredo Romero, vocero de la ONG Foro Penal, confirmó la muerte de una segunda persona, sin que hasta el momento se haya revelado su identidad. Romero también informó a través de la red social X (anteriormente Twitter) sobre la detención de 46 personas en el contexto de estas protestas, descritas como “eventos postelectorales”.
Las manifestaciones se extendieron a lo largo de toda Venezuela, con especial intensidad en Caracas, donde miles de personas salieron a las calles en sectores como Petare, la barriada más grande y peligrosa del país. “¡Y va a caer, y va a caer, este gobierno va a caer!”, coreaban los manifestantes, en una clara muestra de la frustración acumulada por años de crisis política y económica. En la misma línea, Marina Sugey, una ama de casa de 42 años, expresó su deseo de cambio: “Por la libertad de nuestro país, por el futuro de nuestros hijos, queremos libertad, queremos que se vaya Maduro, ¡vete Maduro!”.
Las fuerzas del orden respondieron con una represión contundente, utilizando gases lacrimógenos para dispersar a los manifestantes, especialmente en áreas residenciales y de oficinas del municipio Chacao, al este de Caracas. La violencia policial y la represión han sido constantes en este tipo de manifestaciones, exacerbando la ya delicada situación de derechos humanos en el país.
Además de la violencia directa, al menos cuatro estatuas de Hugo Chávez, ubicadas en estados tradicionalmente bastiones del chavismo, fueron derribadas por manifestantes. Estas acciones simbólicas reflejan un creciente descontento con el régimen que, después de 25 años en el poder, enfrenta una de sus crisis de legitimidad más severas.
La comunidad internacional ha observado con preocupación los acontecimientos en Venezuela, reiterando el llamado a una mayor transparencia y respeto por los derechos humanos en el proceso electoral. El régimen de Maduro, sin embargo, ha desestimado estas críticas, y el propio mandatario había advertido de un “baño de sangre” si no resultaba victorioso en las elecciones.
La situación en Venezuela sigue siendo extremadamente volátil, con una población cada vez más desesperada por un cambio político y una mejora en sus condiciones de vida. Las protestas del lunes no son solo una reacción a los recientes comicios, sino también un grito de auxilio de un pueblo que busca justicia y democracia.