El dictador usa ciudadanos de ocho países como fichas de canje para asegurar su salida del poder.
Nicolás Maduro enfrenta una creciente presión política mientras retiene a ciudadanos extranjeros de Argentina, Bolivia, Colombia, Ecuador, España, Estados Unidos, Perú y Uruguay como parte de una estrategia para negociar su salida de Venezuela. Esta crisis, desencadenada tras el fraude en las elecciones presidenciales del 28 de julio, tiene al dictador en busca de garantías para una huida segura hacia Cuba o Rusia, países aliados de su régimen.
El temor de Maduro de terminar como Bashar Al Assad, el exlíder sirio depuesto que recientemente huyó a Rusia, impulsa esta táctica desesperada. El próximo 10 de enero, fecha prevista para su asunción, está marcada por tensiones crecientes dentro del Palacio de Miraflores y el rechazo de la sociedad venezolana al fraude cometido contra Edmundo González Urrutia y María Corina Machado, ganadores legítimos de las elecciones.
Los detenidos como moneda de cambio
Maduro retiene a cerca de 20 extranjeros, entre ellos el gendarme argentino Agustín Nahuel Gallo, quien fue arrestado al intentar visitar a su pareja en Venezuela. Gallo, miembro del escuadrón fronterizo de Mendoza, no tiene vínculos con inteligencia ni operaciones oficiales, pero el régimen lo acusa de espionaje. Argentina, liderada por el canciller Gerardo Werthein, busca su liberación, aunque enfrenta obstáculos debido a la falta de apoyo de Brasil, Colombia y México, además de una respuesta limitada de la ONU.
El caso Gallo no es aislado. Entre los detenidos figuran:
- Fabián Buglione, uruguayo residente en EE.UU., desaparecido desde julio.
- José María Basoa y Andrés Martínez, turistas españoles acusados de conspiración, pese a ser un plomero y un desempleado.
- Renzo Yasir Huamanchumo Castillo, guardaespaldas peruano detenido con su novia y una amiga en un puesto fronterizo.
- Jorge Marcelo Vargas, ciudadano boliviano-estadounidense acusado de espionaje por tomar fotos en refinerías.
Estas detenciones reflejan un patrón de represión y extorsión, similar al canje que permitió a Alex Saab, aliado de Maduro, ser intercambiado por diez estadounidenses detenidos en Venezuela en 2022.
Diplomacia en punto muerto
Werthein busca el apoyo de Francia y otros países europeos, mientras la apatía de líderes regionales como Lula da Silva complica las gestiones. El mandatario brasileño, pese a ser el representante de Brasil en Venezuela, ha mostrado poca iniciativa en el caso. En tanto, la transición política en EE.UU. limita las opciones para ejercer presión desde Washington, donde Joe Biden es un “pato cojo” y Donald Trump no ha retomado el control político.
Un plan para la supervivencia política
Maduro apuesta por usar a los detenidos como herramienta de negociación para obtener garantías de asilo. Con antecedentes de intercambios similares, el dictador podría ofrecer su liberación a cambio de un salvoconducto hacia Rusia o Cuba, evitando así un destino como el de Al Assad.
Esta estrategia, sin embargo, agrava la crisis humanitaria y política en Venezuela, exacerbando las tensiones internacionales. La fecha del 10 de enero se perfila como un momento decisivo para el futuro de Maduro y el de los secuestrados, cuyos destinos están atrapados en el tablero geopolítico.