Venezuela en Crisis: El Desplome del Sistema Educativo Deja Fuera a Tres Millones de Estudiantes

El colapso de la educación afecta a la próxima generación, mientras docentes y familias luchan por sobrevivir.

La crisis económica en Venezuela continúa profundizando sus efectos devastadores, arrastrando consigo uno de los pilares fundamentales para el futuro de cualquier nación: el sistema educativo. Las políticas del régimen chavista han dejado una red de educación pública en ruinas, obligando a millones de estudiantes a abandonar sus estudios y a los docentes a buscar trabajos alternativos o, en muchos casos, emigrar en busca de mejores oportunidades.

La Federación Venezolana de Maestros (FVM) ha denunciado que al menos tres millones de estudiantes han quedado excluidos del sistema escolar. Este número representa un tercio de la población escolar del país, una situación sin precedentes que amenaza con dejar secuelas a largo plazo en la sociedad venezolana. La crisis alimentaria, derivada de la profunda recesión económica, es señalada como una de las principales razones por las que niños y jóvenes no asisten a clases. Los sueldos de los maestros, por otro lado, se han convertido en una burla: el ingreso mensual promedio de un docente es de apenas 10 dólares, una cifra irrisoria que no alcanza ni para cubrir una fracción de la canasta alimentaria, que se estima en cinco veces más.

Colapso en la educación pública

En la actualidad, la mayoría de las escuelas públicas venezolanas solo funcionan dos o tres días a la semana. Esto se debe a que los maestros deben destinar el resto de su tiempo a buscar ingresos adicionales para poder sobrevivir. Algunos imparten clases particulares, mientras que otros han dejado la docencia para dedicarse a actividades como la albañilería, el comercio informal o incluso han abandonado el país en busca de oportunidades en el extranjero. El éxodo masivo de venezolanos ha superado los ocho millones, según las cifras de la ONU, lo que agrava aún más la crisis educativa.

En los barrios más pobres, las escuelas funcionan en condiciones extremas. Arleth Bolívar, madre de una adolescente de 13 años, agradece que su hija pueda asistir al colegio San José Obrero, parte de la red educativa Fe y Alegría, que se ha convertido en un bastión de resistencia en medio del caos. “Aquí nunca han dejado de dar clases, no como en otros liceos donde no hay ni profesor”, señala Bolívar.

Fe y Alegría, con 196 escuelas en sectores populares de Venezuela, ha lanzado un plan de recolección de fondos para becar a 10.000 de sus 96.000 estudiantes. La organización busca evitar que más niños y jóvenes abandonen la educación, bajo el lema “Ni uno menos”. Según Noelbis Aguilar, directora del programa de escuelas, la educación es una herramienta para salvar vidas. Las mensualidades en estas instituciones rondan los 20 dólares, aunque existen exoneraciones y programas de becas.

Protestas y llamados gubernamentales

El presidente Nicolás Maduro ha hecho reiterados llamados a los docentes para que regresen a las aulas, ofreciendo programas de acceso a vivienda y subsidios como incentivo. Sin embargo, la respuesta de los educadores ha sido crítica y descontenta. Las manifestaciones de los maestros son constantes, reclamando condiciones laborales dignas. “Nos han puesto como mendigos”, se lamenta Xiomara Mijares, una maestra con 25 años de servicio.

El déficit de educadores se sitúa en un alarmante 40%, de acuerdo con un estudio realizado por la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB). Los intentos del gobierno de minimizar la gravedad de la crisis educativa no han sido suficientes para resolver un problema que parece empeorar con el tiempo.

Iniciativas comunitarias para sobrevivir

En medio de este panorama sombrío, las comunidades han demostrado una increíble capacidad de organización. En el colegio San José Obrero, los padres y docentes trabajaron juntos para reparar una cancha de fútbol que había sido dañada por el desbordamiento de un riachuelo. Rafael Peña, el director del colegio, relata cómo un padre albañil se ofreció a comenzar las reparaciones, y durante cinco fines de semana, madres, padres y estudiantes unieron fuerzas para limpiar y reconstruir el espacio. “No nos podemos quedar con los problemas, sino buscar soluciones”, afirma Peña con orgullo.

En otras escuelas de Fe y Alegría, como en el sector Las Mayas, los estudiantes se quitan los zapatos y se colocan en fila para ser medidos y pesados, como parte de un programa que monitorea su nutrición y crecimiento. Lisceth Rojas, directora de esta escuela, explica que el objetivo es recabar datos para buscar apoyo y atender a los niños más vulnerables, muchos de los cuales viven en situación de abandono.

Una crisis sin final aparente

Mientras tanto, la falta de acceso a las escuelas estatales para los medios de comunicación limita la visibilidad de la crisis, aunque las cifras y las historias personales hablan por sí mismas. En un país donde la educación pública está en franco colapso, la solidaridad y las iniciativas comunitarias se han convertido en un rayo de esperanza. Sin embargo, el futuro sigue siendo incierto para millones de estudiantes y sus familias.